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lunes, 7 de junio de 2010

El imperio y la guerra


Hace dos días, en breves palabras, señalé que el imperialismo no podía resolver el gravísimo problema del consumo de estupefacientes que azota a la población del mundo. Hoy deseo abordar otro tema a mi juicio de gran trascendencia.

El actual peligro de que Corea del Norte sea atacada por Estados Unidos, a partir del reciente incidente que tuvo lugar en las aguas de ese país, tal vez pueda evitarse si el Presidente de la República Popular China decide utilizar el derecho de veto, prerrogativa que no le gusta en absoluto a ese país ejercer en los acuerdos que se discuten en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Existe un segundo y más grave problema para el cual Estados Unidos no tiene respuesta posible: el conflicto creado en torno a Irán. Es algo que se veía venir claramente desde que el Presidente Barack Obama pronunció su discurso el 4 de junio de 2009 en la Universidad Islámica de Al-Azhar, en El Cairo.

En una Reflexión que escribí entonces, cuatro días más tarde, cuando dispuse de una copia oficial del discurso, utilicé numerosas citas para analizar la importancia del mismo. Señalaré un número de ellas.

“Nos congregamos en un momento de tensión entre Estados Unidos y musulmanes alrededor del mundo…”

“…el colonialismo les negó derechos y oportunidades a muchos musulmanes,…la Guerra Fría a menudo utilizaba a los países de mayoría musulmana como agentes, sin tener en cuenta sus aspiraciones propias.” Impresionaban realmente ese y otros razonamientos en boca de un Presidente afroamericano, que parecían verdades evidentes como las contenidas en la Declaración de Philadelphia el 4 de julio de 1776.

“He venido aquí a buscar un nuevo comienzo para Estados Unidos y musulmanes alrededor del mundo, que se base en intereses mutuos y el respeto mutuo…”

“Como nos dice el Sagrado Corán, ‘tengan conciencia de Dios y digan siempre la verdad.’”

“…es parte de mi responsabilidad como Presidente de Estados Unidos luchar contra los estereotipos negativos del Islam dondequiera que surjan.”

Continuó así desgranando temas escabrosos del universo de contradicciones insolubles que envuelven la política de Estados Unidos.

“En medio de la Guerra Fría, Estados Unidos desempeñó un papel en el derrocamiento de un gobierno iraní elegido democráticamente.”

“Desde la Revolución Islámica, Irán ha desempeñado un papel en secuestros y actos de violencia contra militares y civiles estadounidenses.”

“Los estrechos vínculos de Estados Unidos con Israel son muy conocidos. Este vínculo es inquebrantable.”

“Muchos esperan, en campamentos para refugiados en la Ribera Occidental, Gaza y tierras aledañas, una vida de paz y seguridad que nunca han tenido.”

Hoy sabemos que sobre la población de Gaza cae con frecuencia una lluvia de fósforo vivo y otros componentes inhumanos y crueles, lanzados sobre la Franja, con furia verdaderamente nazi fascista. No obstante, las afirmaciones de Obama parecían vibrantes y en ocasiones sinceras, en tanto las iba repitiendo una y otra vez, en medio de febril corre corre por el mundo, dondequiera que a su hora programada llegaba el avión número uno de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

Ayer 31 de mayo, la comunidad internacional fue conmocionada con el asalto, en aguas internacionales a decenas de millas de la costa de Gaza, de casi un centenar de soldados de las fuerzas especiales de Israel, que descendieron desde helicópteros en horas de la madrugada, disparando frenéticamente contra centenares de pacíficas personas de diversas nacionalidades, causándoles ­­-­según informaciones de prensa- no menos de 20 muertos y decenas de heridos. Entre las personas atacadas, que transportaban mercancías para los palestinos sitiados en su propia Patria, había ciudadanos norteamericanos.

Cuando Obama habló en la Universidad Islámica de Al-Azhar del “derrocamiento de un gobierno iraní elegido democráticamente” e inmediatamente añadió que “Desde la Revolución Islámica, Irán ha desempeñado un papel en secuestros y actos de violencia contra militares y civiles…”, se refería al movimiento revolucionario promovido por el Ayatollah Ruhollah Jomeini, que desde París, sin una sola arma, aplastó a las Fuerzas Armadas del más poderoso gendarme con que Estados Unidos contaba en el Sur de Asia. Era muy difícil que la más poderosa potencia del mundo resistiera la tentación de instalar allí una de sus bases militares, al Sur de la URSS.

Hace ya más de cinco décadas, Estados Unidos había aplastado otra Revolución absolutamente democrática, cuando derrocó el gobierno iraní de Mohammad Mossadegh. Este fue electo Primer Ministro de Irán el 24 de abril de 1951. El senado aprobó la nacionalización del petróleo, que había sido su bandera de lucha, el 1 de mayo de ese mismo año. “Nuestros largos años de negociaciones con países extranjeros -declaró- no han dado resultado hasta aquí.”

Es obvio que se estaba refiriendo a las grandes potencias capitalistas, que controlan la economía mundial. Irán tomó posesión de las instalaciones ante la intransigencia de la British Petroleum, que entonces se llamaba Anglo-Iranian Oil Company.

El país no tenía posibilidades de formar técnicos. Gran Bretaña había retirado su personal calificado, y respondido con bloqueos de piezas y mercados. Envió su flota de guerra en zafarrancho de combate al país. Como resultado, la producción petrolera de Irán disminuyó de 241,4 millones de barriles en 1952, a 10,6 en 1953. En esas favorables condiciones la CIA organizó el golpe de Estado que derrocó a Mossadegh, hasta su muerte que tuvo lugar tres años después. La monarquía fue restablecida y un poderoso aliado de Estados Unidos ascendió al poder en Irán.

Estados Unidos no ha hecho otra cosa con los demás países que no sea eso; desde que se creó esa nación en los suelos más ricos del planeta, no respetó nunca los derechos de los pobladores indígenas que allí vivieron durante milenios y de los negros que fueron importados como esclavos por los colonizadores ingleses.

Estoy seguro, sin embargo, de que millones de norteamericanos inteligentes y honestos comprenden estas verdades.

El Presidente Obama puede pronunciar cientos de discursos, tratando de conciliar contradicciones que son inconciliables en detrimento de la verdad, soñar con la magia de sus frases bien articuladas, mientras hace concesiones a personalidades y grupos carentes totalmente de ética, y dibujar mundos de fantasías que sólo caben en su cabeza y que asesores sin escrúpulo, conociendo las tendencias suyas, siembran en su mente.

Dos preguntas obligadas: ¿podrá Obama disfrutar las emociones de una segunda elección presidencial sin que el Pentágono o el Estado de Israel, que en su comportamiento no acata en nada las decisiones de Estados Unidos, utilicen sus armas nucleares en Irán? ¿Cómo será la vida en nuestro planeta después de eso?

Fidel Castro Ruz

martes, 1 de junio de 2010

Actividad con Ruben Dri


La Agrupación Rodolfo Walsh, en conjunto con el Movimiento Evita, Organizaciones Sociales, y Cooperativas de Trabajo, organizaron un encuentro de “Reflexiones del Bicentenario” que se desarrolló en el Aula Tanque del Campus Migueletes el pasado jueves 27 de mayo.

El rector Carlos Ruta abrió el encuentro dando la bienvenida a los presentes y mencionó que “hace mucho tiempo que la Universidad no era protagonista de políticas contundentes”. La mención fue por la participación que la institución tuvo para ayudar en la coordinación del programa Argentina Trabaja y por sus aportes a la nueva Ley de Medios. Resaltó la importancia de conseguir que el mundo académico y el científico “vivan la experiencia” de lo cotidiano.

El orador principal fue el filósofo Rubén Dri, que profundizó sobre los conceptos de Pueblada, Pueblo, y Símbolos. Antes habían disertado la doctora en Ciencias Políticas Paula Biglieri y la licenciada en Sociología y funcionaria del Ministerio de Desarrollo Social Magdalena Gagey. Todos utilizaron como disparador el fenómeno del Bicentenario.

“Se produjo una pueblada que hizo historia. Un pueblo festejando de esa manera vale una vida”, comenzó diciendo Dri. “Un pueblo deja de ser sujeto cuando no se construye a sí mismo y deja que lo construyan para pasar a ser objeto”. El análisis apuntó directamente a las corporaciones mediáticas y a los sectores del agro enfrentados con el gobierno.

“El pueblo debe aparecer en la calle. Fue terrible cuando la derecha nos ganó nuestro lugar en el 2008. Fue cuando nos dejamos objetivar”, expresó en relación a las manifestaciones del campo en el Monumento a los Españoles. Luego apuntó al menemismo: “En la década del 90 el pueblo perdió con la política neoliberal, y tuvo la audacia de volver a las bases y volcarse a los movimientos sociales, que terminaron de brotar en el 2001”.

“Fue una pueblada distinta. Fue pura fiesta. No se reclamó nada. No se pidió nada. Fue puro festejo. El pueblo es luchador, pero es fiestero, le gusta la fiesta, le gusta la calle”, remató Dri, en lo que fue una magnifica clase filosófica sobre la identidad popular y la resignificación de los símbolos a partir de la interpretación ciudadana en diversos contextos políticos.

“Los símbolos son fundamentales en la construcción del sujeto. El Bicentenario es ir a las raíces y contar la historia de nuevo, resignificando los símbolos para reconstruir sujetos”, dijo Dri.

Luego hizo una mención al escenario actual: “La política es tensionante. Cuando nos hablan de consenso nos quieren ocultar la tensión. Hoy hemos recuperado la política, y como sujetos es así como nos construimos”.

Antes, Paula Biglieri se refirió a los contrastes que hubo en relación al Centenario de 1910. “No hay mayor gesto ideológico que negar la ideología”, mencionó en relación a los dichos de Mauricio Macri, que había expresado que hace 100 años el país estaba mejor.

Biglieri informó que en aquellos años había restricciones de los derechos civiles y jurídicos, estados de sitio, persecuciones gremiales y una dura ley de residencia. “Todo esto se daba en un modelo de acumulación agro exportadora de la aristocracia. Eso era una fuerte política liberal que pedía respetar el statu quo, el orden natural del mercado y las cosas”.

“Hoy nos encontramos en una nueva oleada de ampliación de derechos, de presencia política. Estos procesos siempre se dan con la fuerte presencia popular”, dijo Biglieri.

Luego, la investigadora del CONICET apuntó al proceso actual: “Kirchner fue un gran lector de la crisis del 2001 y los reclamos sociales. Se disolvió la comunidad bipolarmente entre un ellos y un nosotros. Además reapareció la figura del pueblo y se legitimó a un líder. Hubo una relación entre Asamblea y Líder, y se corrió el eje de representación”.

“Luego, el kirchnerismo no supo responder a las demandas sociales, distintas a las del 2001. Y pasaron a ser más influyentes los medios en su capacidad de construir esas demandas. En el 2008 se generó un conflicto con la construida figura del campo y hubo dos plazas, en el Congreso y en el Monumento a los Españoles, gritando lo mismo: Si este no es el pueblo, el pueblo dónde está. Las masas se disputaron la figura popular”, agregó Biglieri.

Finalmente, remató la disertación diciendo que “la denigración de la política es una mala noticia para el sector popular, porque le abre el camino a expertos tecnócratas y la contracción de derechos. De todas formas, con los últimos acontecimientos, la figura de lo popular resurgió”.

La apertura la había realizado Magdalena Gagey, coordinadora del programa Argentina Trabaja y Licenciada en Sociología. Dijo que “estamos cambiando la historia. En el Centenario comenzó una construcción de identidad nacional falsa para detener un proceso de crecimiento obrero, desde el invento de Lugones de un gaucho inexistente”.

“No hay forma de sostener el neoliberalismo en nuestro país. Siempre han querido imponernos cosas. La construcción soberana debemos hacerla juntos, sin perder la alegría”, remató Gagey.