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viernes, 4 de noviembre de 2011

UNA BISAGRA EN LA HISTORIA DE NUESTRA AMÉRICA


Hace casi seis años, en Mar del Plata, comenzaba a escribirse un capítulo fundamental de la nueva etapa que vive hoy Nuestra América latina; corría el mes de noviembre de 2005 y Chávez pronunciaba la frase que inmediatamente se iba a multiplicar en las gargantas de decenas de miles congregados en el estadio y sus inmediaciones. Ese “ALCA...al carajo”, tronó como un desafío a la IV Cumbre de las Américas que, en esos momentos, se reunía a pocas cuadras de allí y en la que George W. Bush, con la complicidad de muchos mandatarios del continente, iban a sentenciar la entrada en vigencia de un tratado de libre comercio (TLC) que se extendería por toda América.

El panorama de la región no era el de la actualidad: tres años antes Chávez había sufrido un golpe de Estado, los gobiernos de Néstor Kirchner y Luis Inácio Lula Da Silva comenzaban a dar sus primeros pasos.

La jornada se presentaba sombría y, mientras en el estadio Mundialista y en las calles se jugaba uno de los partidos definitorios, otro drama se desarrollaba de modo más silencioso en el corazón de la propia Cumbre de las Américas. Allí, como más tarde lo revelara Chávez, la inteligencia común y la decisión política de Kirchner, Lula y el presidente venezolano se combinaron para dar a luz un plan que le propinaría un golpe mortal a las aspiraciones imperialistas de George W. Bush.

La Cumbre debía llegar a un consenso para tomar la decisión de firmar el tratado, por lo que la férrea oposición de estos tres mandatarios, a quienes se sumaría el presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, hizo fracasar la iniciativa por la que Bush presionó hasta que, totalmente contrariado decidió irse de Mar del Plata antes de que la cumbre terminara.

El ALCA era una idea, impulsada por la banca financiera y las principales trasnacionales yanquis, consistía en una agenda común para el continente que tuviera su eje en la creación del que, se esperaba, fuera el más grande bloque comercial en el mundo.

La iniciativa no era nueva, se trataba de un mercado de libre comercio de unas ochocientas millones de personas que, como consecuencia de las asimetrías existentes entre el norte y el sur, favorecería a claramente a los EE.UU.

Por entonces, en México ya se empezaban a notar las consecuencias negativas de la aplicación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, conocido por su sigla en inglés como Nafta, que incluye a ese país Canadá y EE.UU.

Poseer el control del capital financiero y de inversiones, le daría a las corporaciones trasnacionales un poder absoluto para someter a los estados nacionales y la capacidad para forzar la flexibilización de sus leyes de protección laboral, sanitaria y medioambiental. Además, la capacidad de controlar el flujo de capitales especulativos, sumada al alto nivel de endeudamiento externo imperante por entonces, se hubiese convertido en un cóctel explosivo para la región.

Es necesario señalar la decisiva participación del ex presidente de los argentinos, el fallecido Néstor Kirchner, en el plan estratégico que llevaron adelante junto al presidente de Brasil, Lula Da Silva y Hugo Chávez, presidente de Venezuela. El mismo Chávez declaró “América Latina estaba rendida ante la hegemonía norteamericana, bajo el neoliberalismo. Y así pasaron aquellos años huracanados.” “Recuerdo a Néstor gigante, aquel hombre se agigantó ante nosotros allá, en Mar del Plata. Delante de Bush yo recuerdo una frase que dijo” en plena reunión, “Aquí no vengan a patotearnos” le dijo porque EE.UU. intentaba imponer el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). En ese debate –una “verdadera batalla”, según Chávez- Kirchner lo llamó aparte y le planteó una estrategia para desgastar a Bush. “Te daré la palabra a ti que hablas mucho”, y “así lo hizo. Me sorprendió con un ‘tiene la palabra el presidente Chávez’. Y ahí empezaba con dale y dale para desgastar al adversario. Hasta que Bush se paró y se fue”. Era “muy hábil”, lo pintó el bolivariano

Hoy, a la distancia, podemos decir que aquellas jornadas marcaron un punto de inflexión. A partir de entonces, no tardaron en madurar otros procesos en los que los pueblos y los gobiernos, comenzaron a tener una agenda de intereses comunes en un contexto regional Esto permite cuestionar y buscar con mayor o menor audacia caminos de autonomía y, sobre todo, escribir una historia distinta.

De haberse implementado el ALCA, no habría sido posible el proceso de integración latinoamericano en marcha, como tampoco se hubiesen creado las condiciones para que la región avanzara en la consolidación de Unasur, el bloque de naciones latinoamericanas que intentan crear un área de comercio regional cuyas políticas integracionistas se vean libres de la injerencia norteamericana.