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lunes, 25 de febrero de 2013

25 DE FEBRERO... DE 1950: NACIMIENTO DEL EX PRESIDENTE NÉSTOR CARLOS KIRCHNER.




Desde joven militó en el peronismo, tanto en Río Gallegos, como en La Plata, donde cursó estudios universitarios y se recibió de abogado en 1976. Ejerció la profesión durante la dictadura y en los albores de la escuálida democracia, alcanzó su primer cargo en elecciones generales, en Río Gallegos, donde se desempeñó como intendente municipal entre 1987 y 1991. En 1989, fue fundador de la corriente justicialista Frente para la Victoria Santacruceña. Elegido por cuatro años gobernador de Santa Cruz en 1991, fue reelecto en 1995, ocurriendo lo mismo en 1999, para el período 1999-2003. Algunos analistas políticos sostienen que durante los dos gobiernos menemistas fue “el único gobernador peronista que se opuso frontalmente a Menem” (Natanson).


“En 1998, comenzó a trabajar en su candidatura presidencial junto a un pequeño grupo de aliados reunidos en El Calafate” (Op. Cit.), con la colaboración de su esposa, Cristina Fernández, con la cual venía militando desde la “Facu”. Sus planes políticos parecían más distantes en el tiempo, pero se vieron adelantados por la crisis de 2001, cuando Duhalde busca un sucesor “domesticado” y le propone candidatearse. El título del libro del autor mencionado, El presidente inesperado, es correcto en la medida en que fueron las circunstancias y especialmente el colérico antimenemismo de la mayor parte de la sociedad argentina en 2003, los que le permiten –con apenas el 22% de los votos en la primera vuelta- convertirse en presidente.

Al asumir como tal, la Argentina estaba engrillada, no tenía ninguna capacidad de autonomía. Era vulnerable para que continuaran aprovechándose, sin misericordia, especuladores –más cercanos a las aves de rapiña que a los humanos-, grupos económicos monopólicos y sus gerentes políticos. Hasta allí éstos hacían ostentación de sus buenos modales en comparación con el intemperante “matrimonio presidencial”, como le llamaban despectivamente.
No entendían la rareza  de aquel extraño patagónico, desgarbado, con problemas de visión y con tan solo el 22% de los votos.

Sin embargo a Néstor se lo veía feliz, mezclándose atropelladamente con el pueblo  parecía un potrillo que no soporta el freno de la gatera y está dispuesto a ganar el “Nacional”, que era el clásico que nos jugábamos todos los argentinos. Este “loco” tenía en su cabeza estar capacitado para –como habría dicho el otro demente manchego- “desfacer todos los entuertos”. Con 53 años, temperamental, sin pasatiempo que calmara su ansiedad, puso manos a la obra, sin perder tiempo, el mismo día que llego a la “Rosada”.

 Tres días después, descabezaba la cúpula militar, pasando a retiro a 52 altos mandos. Recibió en su despacho a las Abuelas y a todas las Madres de Plaza de Mayo. Terminó con la Corte Suprema de la mayoría automática. Derogó la afamada Ley de Reforma Laboral (o Ley Banelco). Hizo quitar los cuadros de Jorge Rafael Videla y otros (hijueputas semejantes) del Colegio Militar. Transformó la macabra ESMA en el Museo de la Memoria. Hizo derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Impulsó decididamente la apertura de las causas de delitos de lesa humanidad. Dio instrucciones precisas a la policía y al ministro de Justicia para que no se reprimiera a la protesta social, tal es así que le confesó a José Pablo Feinmann “yo no llegué a la Casa Rosada para pegarle a nadie”. 



E incluyó a activistas sociales en la estructura del Estado. Instrumentó políticas productivas que generaron 5 millones de puestos de trabajo. Habilitó el ingreso de 2 millones de jubilados al sistema previsional. Desendeudó al país y obtuvo la quita más importante de la historia con 67 mil millones de dólares a los deudores privados. Puso fin a la desigual relación crediticia con el FMI. Reinstaló los convenios colectivos de trabajo. Sólo por enumerar algo de su sustancial reforma del Estado y la Sociedad, que es lo mismo que decir para beneficio del pueblo y la grandeza de la Nación.



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