El 3 de enero de 1961, unilateralmente, el gobierno de los
Estados Unidos rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno de la
República de Cuba al percibir que se frustraba el plan de continuar su
proyecto imperialista en este país por las firmes posiciones adoptadas por el
nuevo Gobierno Revolucionario, que no representaba los intereses de la
oligarquía cubana, aliada desde 1902 de todas las administraciones
norteamericanas y muy comprometida con la dictadura batistiana recién derrocada.
Los Estados Unidos habían dado asilo en su territorio, en calidad de exiliados
políticos, a muchos connotados criminales y malversadores.
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